Internacionales

La tarde oscura que no silenció la esperanza

A 75 años de la muerte de León Trotsky, su ejemplo y aportes al marxismo siguen vigentes. Un homenaje al revolucionario que impulsó la Cuarta Internacional.

Por Cristian González

A las dos de la tarde,  Jaques Monard meditaba con el estómago vacío en un cine de la capital mexicana, las sienes a punto de colapsar. En su gabardina reposaba una pica metálica más dispuesta que él-que en realidad se llamaba Ramón Mercader- al encuentro con su destino. A las cuatro de la tarde, mucho más distendido y entregándose al abrazo del sol que no daba tregua, León Trotsky suspendía su escritura diaria para alimentar a sus conejos. Dentro de la fortaleza de Coyoacán, la tensión de Monard daría paso a la furia, única capaz de empujar el piolet hasta las profundidades del cráneo de una de las figuras imprescindibles del siglo XX.

Recordar ese 20 de agosto de 1940, donde León Trotsky murió a manos de una agente estalinista, evoca sentimientos de toda índole –tristeza, frustración, convicción- pero ante todo constituye un punto de referencia para reflexionar sobre la vigencia del marxismo revolucionario y la construcción del socialismo a nivel mundial, al cual dedicaría todos sus esfuerzos. A 75 años de su muerte, cobra relevancia la discusión sobre qué es ser trotskista hoy y cómo continuar la labor más importante en sus 61 años de existencia: la construcción de la IV internacional.

Un joven revolucionario

¿Quién era ese hombre de cabello alborotado, nariz aguileña y mirada vivaz? Lev Davidovich Bronstein nació y creció en una granja familiar en Yanovka, Ucrania. Su padre, analfabeto, fue amansando una fortuna suficiente como para vivir cómodamente, aunque sin lujos. La relación con su madre representaría un punto de quiebre desde temprano: con carnet de la biblioteca del pueblo en mano, Anna Davidovich leía a sus hijos con la clara consciencia de la importancia de su educación.

Su primera experiencia organizativa llegó en la universidad, cuando repartía su tiempo entre el activismo estudiantil y la visita a las fábricas para repartir panfletos. En un abrir y cerrar de ojos comenzó a organizar a los trabajadores de Odessa, atizados por el suicidio de una presa política de San Petersburgo; nacía así la Liga Obrera del Sur de Rusia, organización que llegó a tener hasta 10 mil trabajadores entre sus filas.

La puesta en marcha de su consciencia política moldearían para siempre las cualidades revolucionarias de Trotsky: organizador, periodista, y perseguido político. La Liga Obrera le valió su primer arresto en 1898, con tan solo 19 años. Sería inicio de un peregrinaje que terminaría fatídicamente en México, 42 años después.

La Liga Obrera le valió su primer arresto en 1898, con tan solo 19 años. Sería inicio de un peregrinaje que terminaría fatídicamente en México, 42 años después»

Fueron sus dotes de agitador y organizador que le valieron ser reconocido como uno de los dirigentes principales de la revolución de 1905, primera irrupción contundente de las masas rusas en la vida política, que paradójicamente acabó en masacre pero dio un fruto importantísimo: el soviet de Petrogrado, que duró cinco años y del cual Trotsky fue su presidente.

Para ese momento ya había tenido vasto contacto con los pioneros del marxismo en Rusia: Martov, Plejanov y, por supuesto, Lenin, a quien conoció en Londres y con quien tuvo su encontronazo más serio en el marco del segundo congreso del Partido Socialdemócrata Ruso, que marcaría la escisión entre mencheviques y bolcheviques. En esta polémica donde estaba en juego la táctica y estrategia para la revolución rusa, Trotsky se decantó por la unidad entre las dos tendencias.

1905: La primera experiencia revolucionaria

Luego del primer sacudón revolucionario de 1905 vino la persecución por parte del zarismo, que condujo a la ilegalización de toda oposición. Fueron años duros en el exilio que ayudaron a afinar su caracterización sobre la realidad política nacional e internacional.  Ya en su texto “Balance y perspectiva: las fuerzas motrices de la revolución” mostraba con mayor claridad lo que sería su aporte cualitativo al marxismo: la teoría de la revolución permanente, como posteriormente hará también con la Teoría del desarrollo desigual y combinado.

La experiencia acumulada en la clandestinidad, el exilio y su rol protagónico en la insurrección de 1905 hizo que Trotsky tuviera un lugar fundamental en la Conferencia de Zimmerwald, donde un puñado de internacionalistas apiñados en cuatro vehículos  llegaba al poblado suizo. Un puñado de revolucionarios que rompen con la segunda internacional, se oponen a la guerra imperialista y se aprestan a dirigir la revolución más grande de la historia.

La revolución de 1917

Dos años después vendría el  febrero de 1917 que tumbó al zar Nicolás II, creando una situación de doble poder en el país: por un lado el gobierno provisional, abiertamente burgués, y por otro lado, los soviets de obreros, soldados y campesinos.

La lucha de clases pone a cada quien en su lugar; por eso, fue entre febrero y octubre del mismo año que Trotsky se convenció finalmente de entrar al primer partido que condujo la primera revolución obrera triunfante. Lo hizo de la mano de cuatro mil obreros de la barriada de Viborg, un bastión obrero del partido durante la insurrección de octubre.

Con el partido bolchevique en el poder y Trotsky como uno de sus principales dirigentes (“desde que ingresó al partido no hubo mejor bolchevique que él”, diría Lenin sin contemplación),  encararía dos arduas labores: encabezar la defensa de la revolución durante la guerra civil y expandir la revolución socialista a nivel mundial. En ambas tareas el temple de León se dejó notar: fue creador del poderoso ejército rojo  que barrió a catorce ejércitos imperialistas, y ministro de Relaciones Exteriores.

Desde que ingresó al partido no hubo mejor bolchevique que él”, diría Lenin sin contemplación»

El resultado de estos dos procesos fue decisivo. La guerra civil dejó a una clase obrera exhausta y la mayoría de cuadros que hicieron la revolución asesinados en el frente.  Si a esto le sumamos el retraso de la revolución en los demás países europeos y la misma muerte de Lenin en 1924, se abría el paso para que una casta privilegiada ajena al proceso revolucionario tomara el control del aparato, con Josef Stalin a la cabeza.

Defender la revolución contra la burocracia

La degeneración burocrática del proceso revolucionario no amedrentó a Trotsky, que no tardó en organizar la Oposición de Izquierda en Rusia y a nivel internacional con un norte claro: lograr que la clase obrera con sus organismos barrieran a la burocracia, conservando intactas las bases económicas del estado obrero, para así avanzar hacia la construcción del socialismo a nivel mundial.

La represión estalinista se volvió más sofisticada y cruel. Las purgas que acabaron con líderes históricos del bolchevismo y miles de activistas contra la burocracia, no mermaron los ánimos de Trotsky.  Expulsado de Rusia, con la visa negada en casi toda Europa, con casi toda su familia asesinada por la policía política estalinista, la lucha de Trotsky no hizo más que nutrirse de esperanza revolucionaria.

La inminencia de la muerte rondaba cada minuto de su vida y la de quienes luchaban a su lado. Bajo estas condiciones se fundó la IV Internacional, el 3 de setiembre de 1938, y fue aprobado el Programa de Transición, basado en la teoría de la revolución permanente. Porque la inminencia de la muerte rondaba cada minuto de su vida, Trotsky no estuvo presente en su principal obra.

En el 75 aniversario de su muerte no hacemos culto a la personalidad del revolucionario ruso, pero sí reivindicamos sus aportes al marxismo, su internacionalismo proletario y su lucha implacable contra la burocracia en todas sus formas.

Trotsky y la vigencia del marxismo revolucionario

Mucha agua ha corrido debajo del puente desde la muerte de Trotsky hasta nuestros días. Pasamos de toda una etapa donde  en un tercio del planeta se había expropiado a la burguesía, a la caída del muro de Berlín y del llamado “socialismo real”, que abre una época de grandes convulsiones sociales. Podemos decir sin ningún temor que en esta nueva etapa, a diferencia de la anterior y con todas sus contradicciones, la mayoría de la izquierda mundial que reivindicaba el marxismo revolucionario ha abandonado la esencia de su programa.

Corrientes como el castro chavismo, los partidos anticapitalistas y aún muchos que se reivindican trotskistas, desterraron de sus programas pilares como la dictadura del proletariado. Estas “nuevas izquierdas” desechan la idea de que el triunfo del socialismo se dará en tanto la clase trabajadora tome el poder, expropie a la burguesía, destruya el estado burgués para así construir el estado obrero. Hoy se dedican a llenar instituciones de la democracia burguesa y desde ahí buscar las transformaciones.

La lucha implacable de Trotsky y la experiencia de la revolución rusa nos enseñaron que la  revolución socialista será mundial, o no será.  La teoría y práctica del socialismo en un solo país por parte del estalinismo condujeron a la derrota más contundente del siglo XX: la restauración del capitalismo en el este europeo.   Si el capitalismo, en su fase imperialista impone su dictadura de clase a nivel mundial, la clase trabajadora debe responder tomando el poder en todo el orbe.

La lucha implacable de Trotsky y la experiencia de la revolución rusa nos enseñaron que la  revolución socialista será mundial, o no será.

Hoy más que nunca, es la clase trabajadora quien acaudillará a los demás sectores oprimidos por el capitalismo. La clase obrera en todo el mundo es la víctima directa de la explotación y está llamada a sepultarla. Esa es validez que le da Trotsky, y sigue estando vigente contra aquellos sectores que abogan por el surgimiento de nuevos sujetos sociales, o las supuestas transformaciones estructurales en la clase trabajadora.

Estos y otros elementos forman parte integral de su teoría de la revolución permanente, donde plantea que las reivindicaciones democráticas no van a tener solución final en los marcos del capitalismo, por ello la revolución democrática tienen inevitablemente a transformarse en socialista, de ahí su carácter permanente.

Pero un aspecto muy importante acá es el mismo lugar que le da Trotsky al marxismo y el materialismo dialéctico como un método de análisis y guía para la acción, susceptible de ser criticada y hasta superada. De ahí que él mismo actualizara y señalara algunos errores en el Manifiesto Comunista de Marx y Engels, luego de 90 años de haber salido a la luz por primera vez. Pero al final su conclusión fundamental es que las bases programáticas del texto mantienen plena vigencia.

Tal como lo hiciera Trotsky contra la burocracia termidoriana que vulgarizó las enseñanzas de Marx, Engels y Lenin, la lucha ideológica contra las corrientes reformistas y pequeño burguesas dentro del movimiento de masas es una labor no menos importante.

Ser trotskista hoy

En el Programa de Transición, publicado en 1938, se señala que la crisis de la humanidad es la crisis de la dirección revolucionaria a nivel mundial.  La situación revolucionaria mundial es prueba fehaciente de esto: las masas actúan como actor político independiente y transforman la realidad. Se traen dictaduras que parecían inquebrantables, como la de Mubarak en Egipto o Gadafi en Libia, pero por  ese vacío de dirección política hace que la construcción del socialismo a nivel mundial se vuelva aún más complejo.

Para millones de revolucionarios a nivel mundial, asumir de forma consecuente la lucha por una dirección revolucionaria se relaciona con la tarea que Trotsky consideraba de primer orden: la construcción de la IV internacional.

Nahuel Moreno, dirigente histórico del trotskismo y fundador de la Liga Internacional de los Trabajadores Cuarta Internacional (LIT-CI), resume de manera acertada el significado histórico de ser trotskista hoy. “La síntesis del trotskismo hoy día es que los trotskistas son los únicos en el mundo entero que tienen una organización mundial (pequeña, débil, todo lo que se quiera) pero la única internacional existente, la Cuarta Internacional, que retoma toda la tradición de las internacionales anteriores y la actualiza frente a los nuevos fenómenos, pero con la visión marxista: que es necesaria una lucha internacional”.

Los trotskistas son los únicos en el mundo entero que tienen una organización mundial» -Nahuel Moreno

Como Partido de los Trabajadores y parte de la LIT-CI consideramos que la lucha hasta el final contra el capitalismo tendrá éxito en tanto se construya esa herramienta, en el marco de las luchas cotidianas de la clase trabajadora y en combate directo contra el oportunismo y sectarismo. La LIT-CI, lejos de autoproclamarse la IV Internacional, pone su organización al servicio de esta tarea.

Casi un día luchó León Trotsky por su vida después de que Ramón Mercader le clavara el implacable piolet. Sobre su escritorio siempre abundaban libros y hojas sueltas con apuntes, pero el 20 de agosto de 1940 se coló la sangre y su grito resonó como un funesto golpe para el movimiento revolucionario; acaso esa misma sangre sería la proliferación viva de sus enseñanzas.

Así como miles de revolucionarios colmaron las calles del D.F. en su funeral, hoy las nuevas generaciones en todo el mundo se amparan en el legado de León Trotsky como un hilo de continuidad para hacer virar la rueda de la historia en favor de los explotados.