Por Paz Ibarra-MIT-Chile
Cada revolucionario que revive cotidianamente a Vladimir Ilich Ulianov “Lenin” sabe que el apelativo de “líder supremo” es el justo reconocimiento a un dirigente sobresaliente, destacado al extremo, de uno de los procesos más ricos de la historia: la Revolución Rusa de 1917.
Lenin traza el camino para que los trabajadores tomaran conciencia de su propia importancia en la historia y pasaran a romper la maquinaria del Estado. También, describe cómo el capitalismo cambia a una forma de dominio mucho más brutal y extensa: el imperialismo, nueva fase de acumulación surgida desde los monopolios y la voracidad del capital financiero. Lenin resalta la imposibilidad de reformar por dentro la sociedad burguesa como proponía la socialdemocracia. Señala que cada reivindicación del proletariado y del campesinado va inevitablemente contra los límites de la propiedad capitalista y el Estado burgués. Así delinea las etapas globales para el desarrollo de la revolución e indica al proletariado cómo aproximarse al socialismo: una combinación de tareas transitorias como la nacionalización de los bancos con reivindicaciones urgentes para la clase obrera, sin perder de vista la necesidad de la toma del poder, única manera viable para resolver permanentemente sus penurias[1].
Definió la forma y los métodos indispensables de una organización política propia de los trabajadores, no para disputar el parlamento contra los burgueses, sino para arrebatarles el poder, eliminar todas y cada una de las instituciones del capitalismo y construir una nueva forma de gobierno y de sociedad.
La imposibilidad de las salidas intermedias
La experiencia de la Revolución Rusa triunfante, debía multiplicarse por todo el mundo. Ésa fue la obsesión de Lenin junto a Trotsky y el partido bolchevique. La construcción de un partido internacional de trabajadores, sería la única herramienta capaz de oponerse a la burguesía internacional. Lenin, al igual que Trotsky, sabía que la revolución rusa era el primer eslabón del proceso de la liberación proletaria, y que, de no extenderse a otros países, terminaría siendo aplastada por los capitalistas. Por ello fundaron, en 1919, la III Internacional. Ése era el verdadero internacionalismo proletario. No el socialismo en un solo país de Stalin, bajo un Lenin endiosado y banderas rojas vacías, con las que tomó el poder en la URSS y luego transformó en maquinaria para aplastar a los trabajadores con invasiones, sofocando revoluciones y al final convivir pacíficamente con el imperialismo.
El Partido Comunista Soviético es responsable de la total degeneración de la URSS hasta su reconversión al capitalismo. Socialdemócratas y reformistas declararon junto con los burgueses la muerte del socialismo y perfeccionaron las instituciones de la democracia. Lenin demostró que es imposible abuenar al Estado burgués con la clase explotada. Los últimos 30 años, el capitalismo sólo ha confirmado su capacidad brutal de exterminar a millones de pobres en el mundo.
Que mejor escenario que la actual pandemia para evidenciar el papel contrarevolucionario de los nuevos defensores del capitalismo. Mientras los gobiernos se lamentan por no actuar a tiempo para detener el contagio, los burgueses apuestan a reinventarse una vez superada la crisis y recesión económica. Los trabajadores no estamos unidos con los empresarios. Nuestro enemigo es el capitalismo, no un virus. Muerte por contagio o por hambre, son las dos únicas posibilidades para el pueblo trabajador a nivel mundial en esta pandemia.
En Chile, burocracias sindicales como la CUT y partidos como el PC o el FA impulsan la colaboración de clases, como si explotadores y explotados pudieran unirse. Así, proponen mesas tripartitas para controlar abusos patronales, piden subsidios para enfrentar la crisis, y peor, exigen de un empresario como Piñera, decida la importancia entre la economía o la vida de las personas[2].
Los mencheviques en 1903 promovieron la colaboración con los partidos burgueses para derrocar al zar. Lenin, con los bolcheviques, por el contrario: llamaba a tomarse el poder contra el zar y los burgueses, uniendo a trabajadores y campesinos. Desde el MIT recogemos la obsesión de Lenin por construir un partido revolucionario, todos los días, en cada lucha y lugar donde sea posible. Los reformistas, en Rusia como en Chile, seguirán con sus homenajes, desempolvando grabaciones de Lenin una vez al año.
[1]https://litci.org/es/menu/lit-ci-y-partidos/partidos/pstu-brasil/150-anos-de-lenin-la-importancia-de-su-lucha-y-de-su-obra/
[2] https://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2020/03/18/partido-comunes-pide-subsidios-para-enfrentar-la-crisis-del-covid-19-pinera-tiene-que-decidir-si-es-mas-importante-la-economia-o-las-personas/