Por: Helena Pataky
El pasado mes de agosto se intensificó una de las peores catástrofes ambientales del año. Más de 84 mil focos de incendio se registraron en el pulmón del mundo desde el mes de enero, aumentando un 83% las cifras del año anterior. Tal es la extensión de los incendios que se han visto afectados varios estados de Brasil, como Rondonia, Acre y Amazonia, que ya se han declarado en estado de emergencia o alerta ambiental. Pero además el humo de los incendios ha llegado a afectar estados como Sao Paulo o Rio de Janeiro y se ha extendido a países como Bolivia, Perú y Paraguay, que también empezaron a registrar un aumento acelerado de incendios en áreas de reserva.
Las causas
La época seca y los efectos del cambio climático se empiezan a sentir con más fuerza. Por ejemplo, la concentración de dióxido de carbono en la atmosfera creció en el último periodo, la temperatura global ha aumentado al menos 1°C y el derretimiento de las zonas polares avanza de manera exponencial. Sin embargo, aunque este tipo de efectos se sumen a una larga lista causada por el ser humano, las causas principales de los incendios en la selva amazónica tienen un componente muy fuerte de políticas capitalistas.
Los incendios forestales son consecuencia de la deforestación para la extracción de madera, la crianza de ganado, el cultivo de soja y la búsqueda de minerales preciosos en reservas indígenas; todas estas impulsadas por el presidente de Brasil Jair Bolsonaro con el único objetivo de expandir sus negocios y extraer más riqueza.
Y es que, ante la tragedia, Bolsonaro ignora el llamado de la población a detener los incendios para darle paso libre a empresarios deseosos de extraer todos los recursos en la Amazonía, así como lo anunciaba el año anterior en su campaña electoral. Una de sus primeras medidas fue, junto al Ministro de Ambiente Ricardo Salles, desmantelar el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables. Así mismo cambió el directorio del instituto que fiscaliza las unidades de conservación, entre otras medidas, para garantizar que no hubiese ningún obstáculo para entregar el patrimonio nacional al capital extranjero.
Como mencionábamos, este panorama indica que el principal causante del desastre ambiental resulta ser el capitalismo. Este sistema económico voraz que de manera acelerada está destruyendo el planeta hoy demuestra que es capaz de devorar el principal pulmón del mundo.
Gobiernos como el de Bolsonaro o Trump tienen hoy el espacio libre para continuar con la destrucción del ambiente. Tienen cómplices en otros gobiernos, también pro capitalistas pero que por años se han disfrazado como opositores. Gobiernos como el de Evo Morales en Bolivia, que permitió que alrededor de 600 mil hectáreas ya fueran consumidas por el fuego consecuencia de la expansión agrícola.
Aunque estos gobiernos intenten desviar la atención hacia otras organizaciones y culparlas de la crisis, millones de personas alrededor del mundo han comenzado a alzar la voz en contra de estas medias. En muchas ciudades de Brasil y del mundo, activistas jóvenes y trabajadores se movilizan en defensa de la Amazonia, pero además por la defensa de los territorios indígenas que están en amenaza constante por la expansión agrícola en su tierra y contra las políticas de saqueo del gobierno brasileño.
En definitiva, debemos entender que el capitalismo está destruyendo nuestros recursos naturales y en general a la humanidad, y que las acciones individuales no son suficientes porque no cuestionan al mismo sistema. Es necesario hacer un llamado a toda la clase trabajadora del mundo y los sectores oprimidos en cada rincón del planeta a defendernos y defender nuestro hábitat. La crisis que vivimos es la máxima expresión de la decadencia histórica del capitalismo, un sistema que llegó a su límite y hoy descarga su crisis sobre las amplias mayorías.
En muchos países aún se cree que es posible un “capitalismo verde”, pero la realidad demuestra lo contrario. El avance de este sistema económico va dejando un rastro de destrucción en mares, ríos, reservas naturales, entre otros. En otras palabras, pensar en ese concepto resulta una ilusión.
Como decía Nahuel Moreno: “En su agonía, el capitalismo amenaza llevar junto con él la humanidad a la tumba” … por lo tanto el único horizonte posible para tener una sociedad sostenible es acabando con la economía capitalista, es decir acabar con el poder político del capitalismo. Esto únicamente lo podemos lograr mediante una revolución socialista.
¡Amazonia se queda, Bolsonaro y los capitalistas deben irse!