Las políticas impulsadas durante cuatro años por el Partido Acción Ciudadana, fueron particularmente agresivas hacia los trabajadores y el pueblo pobre, redujo los salarios reales de los obreros de la manufactura y la construcción, arrancó conquistas laborales a los empleados públicos negociando a la baja las convenciones colectivas, avanzó en la privatizaciones de los muelles de Limón, alentó la voracidad del agro negocio y el control del agua de las grandes empresas hoteleras y embotelladoras. Estos hechos producen un profundo malestar social, un descontento que podría manifestarse en lucha directa con el gobierno.
Para evitar que el descontento se convierta en lucha, nuestro régimen político cada 2 años organiza elecciones presidenciales y municipales con el objetivo que el pueblo tenga la sensación que “participa” y su voto “decide”. En realidad lo que el voto decide es muy poco, es cuál es el sector de la clase dominante y de su personal político que llegará al ejecutivo.
La aparente polarización de las elecciones, esconde que lo fundamental del sistema funciona de manera independiente y sin control democrático: las fuerzas armadas, la policía, el OIJ, los bancos, la tecnocracia del gobierno.
Por eso, por más que exista polarización electoral, la burguesía se cuida mucho que no se ponga en tela de juicio el mecanismo electoral en sí mismo, es decir el principio de la rotación de las élites políticas a través de voto.
Ese mecanismo desde los años ochentas es clave en Centroamérica, pues Costa Rica es una especie de “bunker democrático” es decir un país colonial que sirve de dique, de contraejemplo para evitar los impulsos y los procesos revolucionarios, así como las crisis políticas, tal como se mostró en la revolución sandinista y durante el golpe de estado hondureño de 2009.
Por ello la parte final de todo proceso electoral es suspender la confrontación política, llamar a acatar el resultado y reconocer la pureza y la imparcialidad del voto, del proceso, del Tribunal Electoral y del sistema internacional. Así aunque el Tribunal puede ser imparcial en el proceso electoral, no es imparcial en lo fundamental, no es imparcial en proteger el orden capitalista, nacional e internacional.
Así por ejemplo, Andrés Pastrana, dirigente conservador colombiano, quien era parte de la misión diplomática de la OEA (es decir las elecciones son tuteladas por un organismo internacional del imperialismo, su ministerio de colonias) señaló: “A Costa Rica no se viene a denunciar… se viene a aprender”. Lo que más allá de la cursilería y el cinismo significa que la clase dominante costarricense ha diseñado un mecanismo muy poderoso de despolitización y de apaciguamiento de los conflictos sociales, un mecanismo muy poderoso para el “gatopardismo”, para que cambie una pequeña cosa, pero que no cambie nada fundamental.
Este mecanismo es poderosamente respaldado por el imperialismo estadounidense, por ejemplo después de las elecciones el Departamento de Estado de Estados Unidos señaló: “Costa Rica es un socio clave nuestro en la promoción de la prosperidad económica de la región, la seguridad y la buena gobernanza en todo el hemisferio. Confiamos en afianzar todavía más esa alianza durante la gestión de Alvarado”. Voceros de las fracciones del imperialismo yanquee como el Washigton Post o el New York Times también salieron a defender la utilidad del mecanismo electoral, el Post señaló: “Nos complace informar que, en un mundo donde el populismo de todo tipo está en aumento, y la democracia liberal parece estar a la defensiva, Costa Rica continúa adoptando la tolerancia y la civilidad”.
Inmediatamente después de una elección en apariencia enconada, dos de los líderes vencidos Mario Redondo y Fabricio Alvarado, hacen un contundente llamado a respetar y acatar el proceso y el resultado, pese a que algunos de sus seguidores empezaron alegar un posible “fraude electoral”, así Redondo dice: “Por respeto y defensa de nuestra institucionalidad democrática, la cual vale y representa mucho, a nivel nacional e internacional, debo decir que no creo existiera fraude en el pasado proceso electoral” , Fabricio Alvarado señaló: “como líder del Partido Restauración Nacional en este proceso, yo me siento confiado y tranquilo de la solidez institucional de nuestra democracia y del Tribunal Supremo de Elecciones, por lo que mal haríamos en cuestionar un proceso electoral tan duro sin las pruebas de rigor”.
El llamado final de este proceso de legitimación es el llamado de Carlos Alvarado a conformar un gobierno de unidad nacional, es decir, el aparente encono electoral esconde que van a gobernar juntos, más precisamente van a gobernar juntos contra el pueblo trabajador.