Reproducimos un fragmento de la Declaración de la Liga Internacional de los Trabajadores- Cuarta Internacional.
Han pasado 75 años desde la Nakba, catástrofe palestina desde la formación del Estado racista de Israel a través de la limpieza étnica planificada el 15 de mayo de 1948. En ese período, en apenas seis meses, las bandas paramilitares sionistas –fuertemente armadas por la Unión Soviética bajo Stalin, a través de Checoslovaquia– expulsaron violentamente a 800.000 palestinos de sus tierras y destruyeron casi 500 aldeas. Unas 20.000 personas fueron asesinadas en el proceso, incluidos genocidios deliberados en decenas de aldeas que sirvieron como propaganda para la limpieza étnica.
La sociedad desde entonces ha estado completamente fragmentada. Hoy hay 13 millones de palestinos, la mitad en campos de refugiados/diáspora, privados del legítimo derecho de retorno. La otra mitad –en áreas ocupadas en 1948 o en 1967– enfrenta racismo institucionalizado, apartheid, colonización continua y limpieza étnica.
En los 75 años de la Nakba, los palestinos se ven abandonados por la llamada comunidad internacional, con razón, ya que esta sigue siendo históricamente cómplice de la catástrofe; resistir para ellos no es una opción, es su existencia. La juventud que no tiene nada más que perder han dado su vida por la libertad, incluso más recientemente adoptando formas de resistencia armada.
Para quien tuvo robado hasta el mañana, parafraseando al poeta palestino Mourid Barghouti, la muerte está al acecho desde su nacimiento. E Israel ha asesinado de diferentes maneras: a principios de mayo, el sheikh Khader Adnan pereció después de 87 días de huelga de hambre, en la celda donde fue arrojado sin ninguna acusación formal –en el sistema de detención administrativa en el que más de mil presos políticos palestinos están sometidos, de un total de 4.900, incluyendo mujeres y niños. Era su duodécimo paso por las sórdidas cárceles israelíes y su sexta huelga de hambre contra la injusticia que, como su pueblo, vivía. El sheikh Khader Adnan –que era panadero en su aldea, Arraba, y distribuía pan a los niños– murió de hambre.
Crisis interna
La resistencia y la indignación por el asesinato de quien era bastante popular entre los hombres y mujeres palestinos, ha sido utilizada como excusa para que Israel se defienda. De hecho, las vidas palestinas no importan; la masacre en curso en la estrecha franja de Gaza, donde viven hacinados 2,4 millones de palestinos –y bajo un inhumano asedio desde hace 16 años–, pretende desviar la atención sobre la crisis interna que enfrenta el sionismo sin máscaras, con la “extrema derecha” en el gobierno, en un intento también por revertir la caída libre del apoyo a Netanyahu y su coalición. La búsqueda de ganancias políticas a expensas de la sangre palestina no es nada nuevo.
Según un informe publicado en Al Jazeera, una encuesta del Canal 2 de la televisión pública sionista reveló que 74% de los israelíes considera que el gobierno lo está haciendo mal. Son meses de gigantescas protestas contra la pretendida reforma judicial propuesta por Netanyahu, a las que se han sumado y han liderado reconocidos asesinos del pueblo palestino. El pasado 6 de mayo, más de 100.000 personas salieron a las calles de Tel Aviv, izando la bandera sionista bajo el lema de que la llamada democracia israelí está amenazada: una farsa. No hay democracia bajo apartheid. Cualquier denuncia, aunque sea mínima, de la segregación y el racismo intrínsecos a un Estado colonial como Israel, enclave militar del imperialismo en la región de Medio Oriente y el Norte de África, no es bienvenida entre quienes defienden su “democracia” etnocrática.
La crisis interna se extiende al corazón del imperialismo, Estados Unidos. Miles de jóvenes y organizaciones judaicos como la Jewish Voice for Peace [Voz Judía por la Paz] y la Rede de Judeus Antissionistas [Red de Judíos Antisionistas] dicen: “No en nuestro nombre”. Muestra de ello es la repercusión de la protesta, que tuvo lugar el 11 de mayo, de más de dos docenas de periodistas exigiendo justicia en el caso del asesinato, de hace un año, de su colega palestina-estadounidense Shireen Abu-Akleh, cuando trabajaba en Jenin, por un francotirador israelí.
Más: el fracaso del congresista republicano Kevin McCarthy para impedir la celebración el mismo día 11 de un acto por el 75 aniversario de la Nakba promovido por la congresista demócrata estadounidense-palestina Rashida Tlaib, junto a la Voz Judía por la Paz, en las instalaciones del Capitolio. La sala, próxima al Senado de los Estados Unidos, estaba repleta.
Tlaib presentó una resolución a la Cámara de Representantes de los Estados Unidos por el reconocimiento de la Nakba. La propuesta dice que sin enfrentarlo y “remediar sus injusticias contra el pueblo palestino”, no se puede establecer una “paz justa y duradera”. El texto muestra que la Nakba está en la raíz del problema.
Declaración completa en: www.litci.org