COVID-19 Mujeres

La crisis sanitaria y las mujeres: cuando la desigualdad se hace más evidente

Las situaciones de crisis nos afectan de manera desigual a las mujeres por la condición de opresión en la que nos encontramos. Por esto la crisis sanitaria originada por el Coronavirus nos afecta también de manera distinta a las mujeres y las niñas, no solo por estar más expuestas al contagio por las labores de cuido que realizamos, sino también por las consecuencias que lleva consigo el encierro cuando se vive en situaciones de violencia y pobreza.

Más expuestas al contagio y a la violencia

A pesar del llamado que hace el gobierno para quedarse en casa, son miles de personas las que se ven forzadas a salir de sus hogares para continuar trabajando. Parte de quienes engrosamos esa población somos las mujeres, quienes nos desempeñamos en labores tradicionalmente feminizadas, orientadas al cuido y la protección de otros, realizando labores de limpieza en los centros de trabajo, atendiendo la elaboración de alimentos o el cuido de personas enfermas. Estos trabajos, que en su mayoría son realizados por mujeres, nos dejan expuestas al contagio, al ser parte de las labores de primera necesidad que se mantienen en periodos de crisis sanitaria y que implican el contacto con gran cantidad de personas.

Pero esta crisis sanitaria no solo nos expone a más probabilidades de contagio, nos expone también a situaciones de mayor violencia. Con el confinamiento en los hogares, mujeres, niñas y adolescentes, en los hechos estarán forzadas a soportar a padres, abuelos, tíos y hermanos agresivos, abusadores o violentos, sin posibilidad de revertir esta situación, ya que con el aislamiento no solo los maltratos se van a intensificar en una situación de mayor estrés y tensión, sino que van a disminuir posibilidades de denunciar o salir de sus hogares.

Por eso para muchas, el mantenerse en las casas no siempre implica un panorama alentador. Aquellas que buscaban terminar con su relación de pareja, se lo pensará dos veces antes de hacerlo, y en estas condiciones, desde la soledad de las casas, es de esperar que el aislamiento genere que se den pasos atrás en muchos procesos de enfrentamiento al agresor.

La pandemia viene a profundizar la desigualdad

La condición de pobreza y precariedad que ya venía arrastrando la clase trabajadora y en especial las mujeres, se agudizará con las medidas que ha aplicado el gobierno al facilitar la reducción de salarios y la suspensión de contratos. La tasa de desempleo a finales del 2019, señalaba que el desempleo fue de un 15,3% entre las mujeres, frente a un 9,9% en los hombres. Hoy esta condición agrava aún más por la ley que permite la suspensión de los contratos y la reducción de la jornada laboral y los salarios.

Miles de personas están quedando sin empleo o están viendo reducidos sus ingresos hasta en un 75%. Los sectores más precarizados y con mayor inestabilidad laboral como son las trabajadoras domésticas, cocineras o cuidadoras de niñas, niños y adultos mayores, están siendo fuertemente afectadas por las condiciones del encierro. Las condiciones laborales ya precarias, se ven ahora agravadas por el desempleo, al recibir mensajes de sus patronos que les indican de un día a otro que dejen de presentarse en sus trabajos.

Ante esto la ministra de la Condición de la Mujer, Patricia Mora, reconoce que “la informalidad en este país tiene cara de mujer” y habla de la importancia que están tomando las tareas de cuido para la atención de la pandemia Pero por el otro lado todas las políticas que impulsa en unidad con el PAC, están orientadas a profundizar esa informalidad. En esta crisis el Frente Amplio (del cual Mora es la presidenta) ni siquiera ha podido desmarcarse del discurso del resto del gobierno. La vergonzosa ley que permite la reducción de la jornada laboral y cesación de contratos fue aprobada también por el FA en la Asamblea Legislativa. Esas medidas agudizarán la pobreza y la precariedad de toda la clase trabajadora y especialmente de quienes ya sufrimos todo tipo de violencia.

La vulnerabilidad que ya era una realidad cotidiana para la mayoría, hoy se muestra de manera más evidente y cruda con esta pandemia. Si le decimos que hay que quedarse en casa, lo primero que hay que garantizar es seguridad económica de las personas para poder garantizar la alimentación, vivienda y los servicios básicos para la población. Cuando los derechos mínimos no están garantizados para todos, pero especialmente para quienes viven en una especial condición de vulnerabilidad social y económica, se vuelve irónica la frase de “que nadie se quede atrás” tan promulgada por el gobierno.