El 6 de abril, el Partido Liberación Nacional (PLN) realizó su convención nacional para elegir candidatura presidencial. Aunque logró abrir los 878 centros de votación, la participación fue mínima: poco más de 71 mil personas votaron en una agrupación que décadas atrás movilizaba a más de 400 mil. El resultado marca uno de los niveles más bajos en participación de sus últimas diez convenciones abiertas.

Álvaro Ramos, exjerarca de la CCSS en el gobierno de Rodrigo Chaves, se impuso con el 78% de los votos. A pesar del margen, su victoria estuvo rodeada de acusaciones internas por parcialidad, dudas sobre su militancia y cuestionamientos de otros precandidatos, fundamentalmente de ser una “ficha” de los Arias.

Sectores seudo «progresistas» cometieron el grave error de sugerir la participación en esta convención, alimentando la ilusión de una supuesta «renovación democrática» del PLN. En los hechos, solo contribuyeron a blanquear y maquillar la imagen de un partido históricamente ligado a los intereses de la oligarquía.

El PLN, que fue hegemónico en el siglo pasado, hoy es una fuerza en decadencia, golpeada por años de políticas neoliberales, escándalos de corrupción y su estructura caudillista, dominada por clanes familiares como los Arias, los Figueres y los Desanti. Su intento de mostrarse como alternativa opositora al gobierno de Chaves fracasa ante la desconfianza generalizada y el odio de los sectores populares.

Frente a esta crisis de los partidos del régimen, el Partido de la Clase Trabajadora propone una alternativa obrera y socialista, que busca romper con esta falsa polarización burguesa y construirse como herramienta política de la clase trabajadora, usando su inscripción electoral para organizar desde abajo una verdadera salida popular.