Cultural El blog de Roberto Herrera

La democracia de las razones débiles (Una presentación)

Presentación de La democracia de las razones débiles.

Para mí es un gusto poder hoy presentar el libro “Costa Rica la democracia de las razones débiles y los (pasajes ocultos)” del Doctor Manuel Solís Avendaño. Para comentarlo tendremos también las palabras del Doctor Walter Antillón. Así que tenemos a dos de las personas más autorizadas en el país, para hablar del poder judicial, un panel de lujo sin duda.

Haré una breve presentación de los dos y luego diré un par de cosas sobre la obra de Manuel Solís y  pertinencia para estos momentos.

Manuel Solís Avendaño, es Catedrático de la Escuela de Sociología de la Universidad de Costa Rica, doctor en Ciencias Sociales en Universidad Libre de Berlín, Alemania, Coordinador del programa Culturas, Instituciones y subjetividades del Instituto de Investigaciones Sociales.

Es el autor de numerosos libros:

-Memoria descartada y sufrimiento invisibilizado: la violencia política de los años 40 vista desde el Hospital Psiquiátrico (2013)

-La institucionalidad ajena: los años cuarenta y el fin de siglo (2006)

-Entre el desarraigo y el despojo: Costa Rica en el fin del siglo (2001)

-La identidad mutilada: García Monge y el Repertorio americano 1920-1930

(1998)

-Costa Rica: reformismo socialdemócrata o liberal (1992)

-La élite ganadera en Costa Rica (1988)

-Desarrollo rural (1981)

Su último libro que hoy nos convoca lleva el título: “Costa Rica la democracia de las razones débiles (y los pasajes ocultos)”.

 

Para comentar el texto hemos invitado al Doctor Walter Antillón Montealegre, Licenciado en derecho por la Universidad de Costa Rica (UCR), Director del Proyecto de Transformación de la Justicia para la Corte Suprema de Nicaragua, Durante 16 años trabajó en el Poder Judicial como escribiente, actuario judicial, juez, juez superior y Magistrado Suplente, catedrático de las facultades de Derecho y Ciencias Políticas desde 1976, profesor Emérito de la UCR desde 2008.

De su mano han salido múltiples publicaciones: Teoría del Proceso Jurisdiccional, Ensayos de Derecho Procesal e Invitación al Derecho, escritos publicado además en países como Italia, Holanda, Alemania, España, Argentina, Colombia y México.

 

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El texto que hoy presentamos del Doctor Manuel Solís, no podía llegar en un momento más urgente.

Discutimos este texto en medio de un impasse en una huelga general de empleados públicos que dura ya 39 días. El martes la Corte Suprema de Justicia discutía la afectación del proyecto de ley 20 580, sobre el trabajo judicial, la conclusión fue que efectivamente el proyecto afecta el funcionamiento del poder judicial.

Señaló Fernando Cruz Castro: “La reforma fiscal, cómo está, incide en la organización y funcionamiento del poder judicial, porque algunas normas permiten que poderes ajenos a la organización judicial definan elementos fundamentales de su quehacer.”

Las  respuestas del tripartidismo y la UCCAEP por voz de La Nación S.A. no se hizo esperar: “A la Corte Plena le corresponde preservar salarios y pensiones de lujo con el cuento de que en eso está el secreto de la independencia judicial y, por tanto, de la democracia”. Es decir, poco menos que una banda de facinerosos, lodo que ya había caído sobre los sindicatos. Francisco Molina, ex diputado del Partido Acción Ciudadana, en el que él estimaría es el peor de los insultos, sentenció: “Corte Suprema de Justicia, nuevo sindicato del país”.

En esta tesitura se han vuelto a levantar objeciones y acusaciones que son tratadas extensamente por el texto de Solís, que ubica en un periodo largo del tiempo de 1997 a 2014. El epicentro del análisis es justamente la crisis política que produjo la no reelección del Magistrado Cruz Castro, actual presidente de la Corte Suprema de Justicia, en el año 2012.

Que por cierto, valga la pena decir, quienes hoy golpean la mesa y presentan a Cruz Castro como el jefe de una banda que actúa exclusivamente producto de sus “intereses creados y privilegios” y de la “resistentes al cambio” son los mismos que en el año 2012 decían que la no relección de  Cruz Castro, era un “indicador de facturas que estarían siendo cobradas” (2017, 2) y “un duro golpe a la democracia costarricense y al sano balance que tiene que existir a lo interno de cada uno de los poderes de la República”.

La defensa de la supuesta “independencia judicial”[1], valor querido por todos quienes se estiman defensores de los valores republicanos,  se opone a la sospecha/denuncia de un poder judicial, opaco, con interesas creados y políticamente inducido y comprometido[2].

Acusaciones y aspiraciones ambas que pueden venir de fuerzas sociales y políticas distintas y con distintos objetivos dependiendo del momento político y la coyuntura.

El libro que hoy discutimos, termina de ser escrito a inicios de 2017. A mediados de 2017 el país se vio conmocionado por el escándalo del “cementazo”, escándalo que involucró a los tres principales partidos políticos (que hoy son los principales adalides del “combo” fiscal), al poder judicial, a jueces y fiscales, etc. Muchas cabezas, que no esperábamos ver rodar, cayeron o discretamente huyeron del conflicto hacia un “retiro dorado”: Celso Gamboa, Jorge Chavarría, Carlos Chinchilla, son tal vez los nombres más sonoros de ese affaire.

Este proceso erosionó el apoyo político al gobierno de Luis Guillermo Solís y alimentó un poderoso y multifacético malestar, notable en las elecciones y en la actual huelga general de empleados públicos, pero sin duda este malestar viene acumulado desde hace décadas.

La forma en que operó un gobierno que se presentó como un “cambio” (aunque según la misma definición de Solís sería más preciso llamarle “progresismo neoliberal”, es decir, un caso de gatopardismo) terminó aportando a un notable malestar social y político que se venía produciendo desde el inicio de siglo.

Más allá de la comprensión precisa de lo sucedido en el “Cementazo” y de sus implicaciones, el que pareciera ser su efecto social y político central, fue levantar la sospecha sobre el poder judicial y los operadores de justicia en el país, además de la pregunta e inquietud crítica por comprender el funcionamiento del poder judicial, la forma en que ocurren sus nombramientos y la constelación de fuerzas políticas que permite que esa sea su composición y no otra.

El ambiente de extrañeza, sospecha, desconfianza y desapego que ya existía sobre el poder ejecutivo, la asamblea legislativa y los partidos políticos se haría extensivo hacia los jueces, la fiscalía, en el borde tocaría a la Corte Suprema de Justicia. Hoy la ofensiva del gobierno, el PAC y La Nación S.A. profundiza varios de los fenómenos que analiza Solís en su texto.

“La democracia de las razones débiles”, no habla sobre estos acontecimientos, obviamente tampoco del comportamiento de los jueces laborales o de la Sala Cuarta durante el actual conflicto huelguístico. Pero la lectura atenta del libro nos permite arrojar luz y tener una comprensión más lúcida de porqué los operadores de justicia se comportaron como se comportaron, durante la huelga y el cementazo.

Es pues un texto de una rabiosa actualidad y simultáneamente un texto raro, duradero, que seguirá siendo objeto de consulta casi obligatorio para los estudiosos del Derecho, de la sociología jurídica y la filosofía política, en la medida  que estudia en detalle uno de los poderes menos conocidos, menos analizados y menos presentados de nuestra arquitectónica institucional: El poder judicial, poder que no por desconocido en su anatomía, deje de tener unas implicaciones súper significativas en nuestra vida política y en nuestra vida práctica.  A este poder habría que sumarle probablemente otras instituciones públicas  y privadas como el Ministerio de Seguridad, el Ministerio de Hacienda y la Academia de Centroamérica, que también son muy significativos en la vida práctica, social y política del país, pero que los estudios académicos no los han tenido por objetos de estudio privilegiados.

Ahora,  una pequeña colación sobre la obra de Manuel Solís, antes de decir algo sobre el libro.

Tengo la sensación que el trabajo de Manuel Solís no es tan conocido en la Sede de Occidente, así que habría que decir algo al respecto. En su extensa obra de más de treinta años Solís ha contribuido a analizar y desmenuzar sociológicamente fenómenos que hacen parte de los “tabúes” ideológicos del país, su trabajo ha ayudado a problematizar los sentidos comunes ideológicos más generalizados en nuestro tejido social y en nuestra subjetividad.

Un trabajo extremadamente preliminar, sobre la crisis de la izquierda en Costa Rica en 1985, ayuda aún hoy en día, a pensar las debilidades y ausencias de la izquierda política aun en nuestros días.

El trabajo sobre desarrollo rural y la élite ganadera, me consta, son aún puntos de referencia y consulta para los jóvenes investigadores interesados en los problemas de las relaciones entre la tierra y el poder.

El libro, cuyo origen es su tesis de doctorado “Costa Rica: ¿Reformismo socialdemócrata o liberal?”,  sigue siendo 27 años después, el estudio más sólido sobre el Partido Liberación Nacional, texto fundamental para desmontar uno de los mitos ideológicos fundamentales aún en nuestro días, el mito del “origen” socialdemócrata del PLN y la pretensión igual de ideológica de hacerlo regresar a ese origen.

Por ejemplo, la ex candidata a la vicepresidencia del PLN Victoria Ross Gamboa, al darle un apoyo a Carlos Alvarado señaló: “en esta coyuntura la opción que representa los valores afines a la socialdemocracia de Liberación Nacional es don Carlos Alvarado”.

En una reciente entrevista a Carlos Ricardo Benavides, hecha por el Semanario Universidad, la pregunta del periodista universitario es: “La bandera del PLN, históricamente, ha sido colocarse la insignia socialdemócrata. ¿Qué hace del PLN en este 2018 que lo sigue constituyendo como un partido socialdemócrata?” La respuesta de CRB es que el PLN esun partido que ha alentado progreso social, libertad económica y mejores condiciones para la gente” y que con altos y bajos siguen siendo “la alternativa socialdemócrata verdadera”.

Al otro lado del espectro político, las apelaciones a “los verdaderos socialdemócratas” que aún quedan en Liberación Nacional son frecuentes en los discursos de José María Villalta[3] o Albino Vargas[4].

Manuel Solís nos presenta, en este clásico trabajo al PLN como el “liberalismo realmente existente” en Costa Rica cuya ideología central es “el pacto de una “sociedad” para producir, una “comunidad” en diálogo permanente y en desequilibrio.

En este complejo se armoniza la conciencia de la desigualdad con la “conciencia de la mutua necesidad”, es la ideología del “pacto cafetalero”, el “socialismo” del PLN sería un trasformación desde arriba insuflada por “las fuerzas inmortales del espíritu” es decir una mezcla de autoritarismo, productivismo y metafísica.

Otro texto poco leído de Solís, “La Identidad Mutilada”, desmonta las idealizaciones alrededor del Repertorio Americano y la figura de Joaquín García Monge.

“La Institucionalidad Ajena”, texto que mereció el premio Aquileo Echeverría en Ensayo, durante al año 2006, se encarga de desmontar las inexactitudes, idealizaciones y falsas generalizaciones, absolutamente petrificadas en el “espíritu” que anima  de nuestras instituciones y en nuestra memoria colectiva sobre qué fue la década del cuarenta, las reformas sociales y la guerra civil. Texto que también sé de primera mano, que ha venido a llenar un vacío fundamental en las ciencias históricas en nuestro país y que es usado con frecuencia por las nuevas generaciones de historiadores.

Este estudio es completado, por otro libro premiado en el año 2014, “Memoria descartada y sufrimiento invisibilizado: la violencia política de los años 40 vista desde el Hospital Psiquiátrico”, donde se analiza: “los costos emocionales del conflicto de 1948 y los acuerdos políticos tácitos para ocultar los aspectos más sombríos de ese periodo”.

Este rodeo que pareciera excesivo, para explicar de qué va la obra de  Manuel Solís, es justificado porque muy probablemente quien lea de primera mano el libro, le parecerá un libro denso y sin duda lo es (es importante decir que la densidad, es por la materia tocada, no por la pluma de Solís, que más bien facilita la comprensión de fenómenos sociales realmente complejos).

Pero la densidad que me parece, vivirá el lector que se acerque a este texto, se debe a que el lector, se estaría enfrentando a lo que podría ser, el cuarto tomo sobre el drama social e institucional que ha vivido en el país desde el inicio de siglo.

“Entre el desarraigo y el despojo”, “La Institucionalidad Ajena”, “Memoria descartada” y ahora “la democracia de las razones débiles”, media vez uno se los lee de tirón, es decir después de 2000 páginas, se nota que tienen el ritmo, el tejido narrativo de lo que parece ser una solo obra: la Costa Rica de fin de siglo y su tránsito al siglo XXI y los dilemas sociales, políticos e ideológicos, que tenemos, que heredamos y con los cuales intentamos decidir, impulsar nuestro propio destino democrático, cómo “hacemos la historia en condiciones que no siempre determinamos”, Marx dixit.

El texto que hoy presentamos, hace afirmaciones, o utiliza explicaciones que están muchísimo más desarrolladas en los tres libros que mencioné antes, no quiere decir que uno tenga que conocerlos, necesariamente para leer “la democracia de las razones débiles”.  Al igual que en las novelas de Balzac, uno podría leerse una novela y disfrutarla y comprenderla, pero sólo teniendo el panorama de conjunto de la Comedia Humana, uno termina de apreciar la belleza de Las ilusiones perdidas o de Eugenia Grandet.

Ahora sobre el texto mismo.

En el inicio del texto Manuel Solís informa que el objetivo del libro es responder una pregunta:

¿En qué medida existía entre nosotros un Poder Judicial que cumpliese efectivamente con el atributo de ser un órgano de gobierno autónomo e independiente, conforme a la división de poderes establecida por la constitución política?

La pregunta de Manuel Solís, no puede más que recordarnos a las personas que estudiamos filosofía aquel acierto de Montesquieu que dice: “En el Estado en que un hombre solo, o una sola corporación de próceres, o de nobles, o del pueblo administrase los tres poderes, y tuviese la facultad de hacer las leyes, de ejecutar las resoluciones públicas y de juzgar los crímenes y contiendas de los particulares, todo se perdería enteramente.” (1748, Espíritu de las leyes)

Lo primero que me llamó poderosamente la atención y creo que sería la forma más fácil de decir de qué trata el libro sería que es una demostración empírica y sociológica de la inexistencia o de la existencia altamente problemática de esta supuesta división de poderes, base de la ideología republicana y liberal.

En uno de los pasajes de “La Guerra Civil en Francia”, Marx al hablar del poder estatal centralizado habla del ejército permanente, la policía, la burocracia, el clero y la magistratura y señala que estos son “órganos creados con arreglo a un plan de división sistemática y jerárquica del trabajo”, una de las cosas que más me ha gustado del trabajo de Manuel es que muestra como específicamente funciona, en el caso costarricense, esta división sistemática y esta jerarquía del trabajo, con nombres, talantes e historias personales y políticas. En ese sentido es un texto muy vivido, por ejemplo son particularmente luminosos los retratos políticos hechos a dos tecnócratas claves de nuestro tiempo: Fernando Herrero, el arquitecto de la anterior (y fracasada) reforma fiscal y Rocío Aguilar, la responsable del actual proyecto (pp.82-97). Me pareció muy vividos, pues muestran con actores locales lo que en España, se le llama la “casta política” y la “puerta giratoria” es decir un élite que vive de las gestión de la cosa pública y que en realidad no trabajo productivamente y como esa élite política, pretendidamente técnica entra y sale del mundo de la política pública y su diseño (sobretodo de la fiscal y la financiera) para pasar al mundo de los negocios privados y profesionales.

El texto de Solís coincide con el diagnóstico de un país enmarcado en una desigualdad creciente, proceso social de implicaciones multifacéticas.

Por ejemplo, el libro muestra un especial énfasis en desentrañar “la dictadura en democracia” o el “uso de instituciones democráticas para fines no democráticos” (Calzada dixit). Fenómeno muy interesante que ya había sido advertido por Latino barómetro desde el año 2014, el creciente malestar con la democracia, la simpatía por las salidas, discursos, actitudes e instituciones antidemocráticas, por lo menos con la idea de que es legítima la restricción de la democracia, en el texto de Manuel Solís se muestra que en nuestro país esta forma de entender las instituciones ha estado cubierta por el mantra de la “ingobernabilidad”.

Para quienes estudiamos Filosofía, llama la atención la aparición de Francis Fukuyama, famoso en América Latina por su anuncio del Fin de la Historia, uno de los momentos picos del neoliberalismo ideológico. Solís nos presenta, la justificación fukuyamista de por qué las reformas neoliberales de primera época fracasaron y cómo se debería preparar esta nueva ronda de privatizaciones, de  la que el combo fiscal es un ejemplo. Para Fukuyama y el neoinstitucionalismo (North), las reformas sólo rinden frutos si las instituciones cumplen con: “un conjunto de requisitos mínimos en cuanto calidad, funcionamiento y horizontes” (34)[5]. Llama mucho la atención que esta forma de razonar se parece mucho a la del actual gobierno.

Otros puntos: 1) La existencia de la “influencia de hecho”, que permite que las reglas sean dobladas, que el cedazo “se ensanche” en una metáfora que usa mucho el texto en relación a la CNAL. Siguiendo a Berger estaríamos en preciso del “lado tenebroso” de las instituciones, cosa que hemos visto mucho en el último tramo de la vida social.

Para finalizar creo que el trabajo de Manuel, podría tener 3 destinos: 1-Ser leído por los tomadores de decisiones institucionales, para que finalmente comprendan que el autoritarismo asociado a la “eficacia” y la “capacidad de gobernar” no solucionan el problema, más bien aporta al ciclo del malestar con la política y las instituciones. 2- Ser leído por quienes nos parece fundamental construir un pensamiento crítico, desideologizador que nos permita comprender de manera lúcida las distintas texturas de las instituciones y la cultura política vinculada a ellas. 3- Que las conclusiones del trabajo pueden ser sintetizadas y aportadas como nuevas comprensiones a las fuerzas sociales que hoy empujan justamente por ampliar la democracia y alcanzar la justicia.

Y creo que esa apuesta es justamente la que deberíamos intentar desarrollar.

[1] Fernando Cruz: “En función de una urgencia fiscal, podríamos estar debilitando la independencia judicial”

[2] “Desgraciadamente, las señales de que ocurra lo peor han sido insistentes, y han tenido como principal abanderado a su presidente y magistrado constitucional, Fernando Cruz, quien, con decisiones y opiniones, ha desarrollado durante las últimas semanas una abierta campaña en contra de esa legislación, sin la cual el país corre un severo riesgo de crisis económica incontrolable. Sus declaraciones en la edición de ayer de La Nación apenas son el ejemplo más reciente de esa virtual campaña. Basta con esta: “Es la primera vez, o de las pocas veces que yo he visto, que se incide en el tema de la independencia judicial de la forma tan directa”. Es decir, el Poder Legislativo tendría que mantener las condiciones privilegiadas y discriminatorias de los funcionarios judiciales y acrecentar la brecha entre ellos y el resto del sector público.

[3] “Cuando Liberación Nacional fue un partido socialdemócrata, le hizo aportes importantes a Costa Rica”.

[4] “De alguna manera, el clásico ideario socialdemócrata (el de Don Pepe, el de don Rodrigo Facio, el de don Daniel Oduber), empezó a ser reivindicado a partir de la fundación del Partido Acción Ciudadana (PAC)”.

[5] Nota curiosa es que en los últimos textos de Fukuyama sentencia: “Este período extendido, que comenzó con Reagan y Thatcher, en el que se impuso cierto conjunto de ideas sobre los beneficios de los mercados no regulados, tuvo un efecto desastroso en muchos aspectos”, el texto de la entrevista se titula: “El socialismo debería volver”.