Dos noticias han causado revuelo en los últimos días. La posibilidad de que se apruebe sanciones a la familia Ortega-Murillo y sus más fieles colaboradores por parte del gobierno de EE.UU y el rumor desatado sobre una posible acción del Ejercito para erigir un nuevo jefe de Estado de facto.
Hay un sector de la oposición en Nicaragua que siempre le ha apostado a que de la mano de los gringos venga un cambio en la situación del país. Ya sea por la intervención de organismos que controla EE.UU. como la CIDH o Naciones Unidas, por las sanciones del gobierno o algunos incluso por la invasión directa de tropas.
Nosotros somos contrarios a esa política de confianza y aliento a una intervención gringa, primero porque la política del imperialismo hasta hoy no ha ido acabar con la dictadura sino negociar con Ortega una transición ordenada o un reparto del poder; segundo porque en ningún lado la intervención directa o indirecta de los intereses yankees ha significado un alivio para el pueblo
pobre sino que ha producido más miseria y humillación como en las ocupaciones reciente de Irak y Haití.
El otro rumor de una asonada militar encabezada por el ejército y el ex vicepresidente de Ortega Omar Halleslevens debe generar preocupación y recibir el rechazo del pueblo. Ya sea porque se trate de un intento de autogolpe del gobierno para reforzar las medidas autoritarias de Ortega, tal cual lo han hecho Maduro en Venezuela o Erdogan en Turquía; o bien porque el ejército solo va a entrar en acción para preservar sus negocios y heredar un régimen mucho peor de lo que ya hay en Nicaragua.
Como dice la consigna: ¡solo el pueblo salva al pueblo! La democracia no vendrá de la mano de los mismos enemigos de los pobres y los pueblos libres como son las fuerzas armadas o el imperialismo. En Nicaragua la única alternativa es retomar la lucha desde abajo hasta acabar con la dictadura Ortega-Murillo aunque largo sea ese camino, buscar “atajos” nos puede llevar a un precipicio aún mayor.