“La socialdemocracia es incapaz de tomar el poder y no quiere hacerlo. Sin embargo, el costo de disciplinar a los obreros a través de su agencia socialdemócrata le resulta demasiado elevado a la burguesía. Esta necesita al fascismo para mantener bajo control a la socialdemocracia y, en el caso en que sea necesario, para hacerla completamente a un lado. El fascismo quiere el poder y es capaz de tomarlo. Una vez en él, no dudaría en ponerlo totalmente a disposición del capital financiero. Pero esa vía conduce a convulsiones sociales cuyo costo también sería muy elevado. Eso explica las dudas de la burguesía y las luchas de sus distintos sectores, y determina su política más probable para la próxima etapa: utilizar a los fascistas para obligar a los socialdemócratas a colaborar con la burguesía en la revisión de la constitución, con el objetivo de que ésta combine las ventajas de la democracia con las del fascismo -fascismo en esencia, democracia en la forma-, librándose así de pagar el precio exorbitante de las reformas democráticas y ahorrándose, si es posible, el precio también muy alto del golpe fascista.”
León Trotsky.
La crisis austríaca y el comunismo.
13 de noviembre de 1929
Este 26 de Septiembre se realizó una marcha reaccionaria, convocada aparentemente de manera espontanea por las redes sociales. El movimiento libertario había intentado convocar sin éxito a actividades similares.
Los objetivos de la movilización eran difusos pero hasta donde se podía determinar era una movilización contra el monopolio de la venta de hidrocarburos que mantiene RECOPE, pero también se deslizaban llamados a favor del cierre de RECOPE, en contra de las convenciones colectivas de trabajo y de los sindicatos; en otros carteles se llamaba a luchar contra el “SINDIFAC”, es decir, contra el gobierno que se considera un bloque de los sindicatos, el PAC y el Frente Amplio.
Había múltiples carteles contra los sindicatos, los empleados públicos, llamados a eliminar a Albino Vargas o a Fabio Chávez: fue sin duda y a todas luces una marcha reaccionaria. En el caso del llamado a eliminar los sindicatos, recuerda mucho a las posiciones anticomunistas de José Figueres y de Alberto Marten durante los años 40 y 50.
Queremos hacer un primer análisis de lo que puede significar el relativo éxito de la marcha del 26 de septiembre (la cual sin duda alcanzó unas dos mil personas) en el marco de una ofensiva del gobierno y la patronal contra los salarios del sector público.
Un fenómeno latinoamericano
Lo primero que podemos señalar es que este tipo de marchas reaccionarias son un fenómeno latinoamericano.
Desde inicios de siglo en Latinoamérica se han instaurado gobiernos de frente popular, es decir gobiernos de colaboración de clases que tiene el objetivo de desviar, detener e institucionalizar los procesos revolucionarios, de ascenso popular o bien de evitar justamente que se den ascensos revolucionarios.
Estos gobiernos aunque son gobiernos capitalistas, las masas los consideran “sus gobiernos” porque están encabezados por reconocidos dirigentes populares (Lula, Sánchez Cerén, Evo Morales, etc.).
Durante un periodo muy corto algunos de estos gobiernos, producto de la renta petrolera o gasera, lograron dar algunas concesiones en forma de proyectos asistenciales a gran escala (misiones, paquetes escolares, bolsa familia, etc.) pero desde el 2008 esa situación cambió. El arranque de la crisis capitalista obligó a los gobiernos de frente popular a llevar adelante las políticas de austeridad y ajuste. Hoy las políticas de recortes sociales son llevadas adelante por los gobierno de Dilma en Brasil, Maduro en Venezuela o Sánchez Cerén en El Salvador.
Eso produce que un sector de la derecha intente capitalizar el descontento popular producto del ajuste. Normalmente esta oposición burguesa y de derecha busca capitalizar este malestar dando duras declaraciones públicas o usando los medios de comunicación (que son parte del bloque empresarial de derecha) pero rara vez buscan que ese enfrentamiento traspase los límites del parlamento. Su objetivo normalmente es desgastar al gobierno de frente popular, pero para cosechar electoralmente.
En algunas ocasiones, como en Venezuela o en Brasil, hay sectores más de derecha que buscan ganar la calle, que les parece insuficiente la estrategia de desgaste parlamentario, que no quieren esperar hasta las próximas elecciones y que buscan cambiar la relación de fuerzas en la calle.
Las movilizaciones “No más Recope” y contra los sindicatos tienen ese cariz, aunque sabemos que la situación de la lucha de clases en esos países es muy distinta en relación con Costa Rica. Son movilizaciones que consideran insuficiente las políticas de Luis Guillermo Solís, pero también le parecen insuficientes las estrategias desgaste del PLN y los libertarios.
Como subproducto, como coro de la campaña contra los sindicatos y las convenciones colectivas, parece haber surgido una vanguardia de derecha que está dispuesta a ganar la calle y a hacer un esfuerzo extraparlamentario para cambiar sensiblemente la correlación de fuerzas entre las clases.
Con altos y bajos desde el año 2000, después de la derrota en la calle del gobierno de Miguel Ángel Rodríguez con el Combo ICE, ha quedado una cierta correlación de fuerzas y un cierto mapa político, que demuestra la fuerza potencial de los sectores populares costarricenses.
La impresión que da es que este nuevo grupo que se movilizó el 26 de septiembre busca cambiar radicalmente esa correlación de fuerzas; es una vanguardia de derecha que, aunque en el fondo es un instrumento de la UCCAEP y del PLN, no confía en la forma en que hasta ahora han llevado las cosas los partidos tradicionales de la burguesía.
Es importante señalar que este movimiento tiene claros rasgos ultraconservadores que es fácil detectar, por ejemplo su énfasis de estar “por encima de los partidos”, su odio hacia los sindicatos. Su figura visible es un outsider de la política, Mauricio Sánchez, un taxista. Es decir, su cara visible no es un político tradicional como Otto Guevara, sino un “breteador”.
Los taxistas han participado en algunos movimientos populares, son pequeños propietarios arruinados por el modelo neoliberal, pero son pequeños propietarios, algunos no tan pequeños, así como han participado en movimientos populares. Durante los años ochenta fueron la base social del Movimiento Costa Rica Libre, de marcado carácter anticomunista militante.
Además son sectores acostumbrados a enfrentar extraparlamentariamente en la calle (la “fuerza roja”) a quienes consideran sus enemigos (los piratas, las aplicaciones Uber, los delincuentes comunes, etc.).
La movilización del 26 de septiembre debe ser bien ponderada, es un síntoma de algo que debe ser analizado.
Es el signo de una nueva radicalización, de una nueva polarización. Es un signo de que no será en el terreno parlamentario donde se resolverán las contradicciones fundamentales, sino que las calles y la actividad extraparlamentaria serán centrales en la definición de la nueva situación política, a favor o en contra de los sectores populares.
Para evitar que estos sectores de derecha ganen apoyo popular, es necesario construir un polo popular que tenga la capacidad de aglutinar a los trabajadores públicos y privados y que tenga un programa de reivindicaciones para atraer hacia el campo popular a los pequeños propietarios arruinados.