En el 400 aniversario de la muerte de William Shakespeare, entregamos la segunda parte de nuestro artículo “El derecho al pan, el derecho a la poesía” un pequeño homenaje a la obra de Marx y Shakespeare.
Las figuras de Shakespeare en el pensamiento de Marx: el fantasma y el viejo topo.
Las palabras bellas, no pueden cambiar el mundo. ¿Cuántas veces las palabras de los profetas fueron ineficaces para hacer variar una injusticia? ¿Cuántas veces las poesías no pudieron evitar las tragedias?
El joven Marx sabia eso desde temprano, sabía que para cambiar el mundo era necesaria la “critica de las armas”, pero para llegar ese punto era necesario las “armas de la crítica”, dentro de la crítica al sistema capitalistas podemos encontrar varias metáforas shakespereanas que han servido para mejorar la comprensión de la crítica marxista a la sociedad capitalista y de su propuesta sobre cómo superar esta sociedad.
A propósito del estilo literario de Marx, señala Ludovico Silva: “A lo largo de la obra de Marx se nota la aparición periódica, constante, de algunas grandes metáforas, suerte de metáforas-matrices que abarcan a todas las otras figuras literarias y les sirven de totalidad. Son las metáforas con que ilustra su concepción de la historia, y al mismo tiempo las que le sirven a menudo para formular sus implacables críticas contra ideólogos y economistas burgueses.
Se necesitaría un volumen completo para estudiar al detalle las principales de estas vastas metáforas. Porque ellas no cumplen un papel puramente literario u ornamental; aparte de su valor estético, alcanzan en Marx un valor cognoscitivo, como apoyadura expresiva de la ciencia. Se equivocan quienes creen que las metáforas no son una fuente de conocimiento; podrán no representar un conocimiento exacto, pero tienen valor cognoscitivo”.
Una de las primeras metáforas marxistas deudoras de las imágenes shakespeareanas que encontramos es la imagen de “lo sólido que se desvanece en el aire”. Hay un conocido pasaje del Manifiesto Comunista que analiza la forma en la que la modernidad capitalista produjo unas “dramáticas inestabilidades vinculadas al proceso de industrialización y mercantilización y al declive de las estructuras comunitarias seculares”, dicen Marx y Engels:
“La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social. Lo contrario de cuantas clases sociales la precedieron, que tenían todas por condición primaria de vida la intangibilidad del régimen de producción vigente. La época de la burguesía se caracteriza y distingue de todas las demás por el constante y agitado desplazamiento de la producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes. Las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, con todo su séquito de ideas y creencias viejas y venerables, se derrumban, y las nuevas envejecen antes de echar raíces. Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás.”
La idea aunque sencilla, es difícil de captar en su profundidad, el capitalismo y la lógica de la producción de mercancías, ha organizado de manera capitalista el conjunto de la existencia social, y no puede más que continuar y profundizar ese proceso, es así que destruye todas la formas de existencia social no capitalistas: la dependencia moral, las obligaciones comunitarias, los servicios públicos, el acceso y control “natural” del medio ambiente, los lazos y obligaciones de cuidado familiar, etc. y las sustituye por relaciones puramente mercantiles. Marx, abunda sobre ejemplos de este tipo en su capítulo dedicado a la acumulación originaria del capital.
La forma en que el capitalismo destruye y corrompe brutalmente, para luego reorganizar de manera capitalista todas las relaciones sociales encontró en Samuel Moore, el amigo personal de la familia Marx y traductor del Manifiesto Comunista al inglés, una expresiva forma de explicar este análisis social, la forma era un homenaje de Moore a Shakespeare y al gusto devoto de Marx por este poeta, el traductor inglés escribió: “All that is solid melts into air, all that is holy is profaned, and men at last are forced to face the real conditions of their lives and their relations with their fellow men”.
La traducción al español sería: “Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”.
Según José Sazbon en su texto “El fantasma, el oro, el topo: Marx y Shekespeare” la referencia es clara, es una referencia al discurso de Hamlet, Acto i, Escena V: “O! that this too too solid flesh would melt Thaw and resolve itself into a dew”. La traducción sería: ¡Si esta carne, sólida en exceso, pudiera disolverse, fundirse, resolverse en rocío!
De esta forma el drama de Hamlet ilustra, el drama social del surgimiento del mundo que permitió el surgimiento del drama shakespereano.
La segunda gran metáfora, es la metáfora del “viejo topo”, una metáfora que tiene un largo desarrollo en la historia del pensamiento.
Las ficciones (fábulas, leyendas, mitos) hacen de manera permanente, metáforas entre la praxis y los valores humanos y las actitudes animales, la tortuga y la liebre, metáfora de la tenacidad y la decidía, la cigarra y la hormiga, metáforas de la laboriosidad y el ocio, la lechuza símbolo de la sabiduría.
Un texto que funda la ciencia política moderna habla de la política como una práctica que necesita «la fuerza del león y la astucia de la zorra«.
La imagen del «viejo topo» se inspira en un fragmento del Hamlet de Shakespeare, en este drama el príncipe Hamlet se dirige de la siguiente forma al fantasma de su padre: “¡Así se habla, viejo topo! ¿Podrás trabajar rápido bajo tierra? ¡Un pionero digno!», en esta imagen poética el «viejo topo», es la imagen que representa el peso del pasado actuando en el presente.
Hegel, usa de manera similar la metáfora de «el viejo topo», como metáfora de la acción del pasado en el presente, como una ilustración explicativa del concepto de tradición, la tradición «obra en el ‘subsuelo’ de la Historia y su capacidad de sacudir la ‘corteza superficial’ de nuestro presente».
En la obra de Marx la metáfora del “viejo topo” aparece en dos ocasiones, primero en 1856, en el discurso que pronuncia Marx en el acto de celebración del cuarto aniversario de «The People’s Paper» («El periódico del pueblo»), un semanario del movimiento cartista británico y en 1852 en un fragmento del 18 Brumario del Luis Bonaparte, un texto de análisis político sobre los sucesos revolucionarios de 1848 y el golpe de estado de 1851.
En el discurso de 1856 dice Marx: «Sabemos que para hacer trabajar bien a las nuevas fuerzas de la sociedad se necesita únicamente que éstas pasen a manos de hombres nuevos, y que tales hombres nuevos son los obreros. Éstos son igualmente un invento de la época moderna, como las propias máquinas. En todas las manifestaciones que provocan el desconcierto de la burguesía, de la aristocracia y de los pobres profetas de la regresión reconocemos a nuestro buen amigo Robin Goodfellow, al viejo topo que sabe cavar la tierra con tanta rapidez, a ese digno zapador que se llama Revolución.»
Así, el viejo topo sería la metáfora de los revolucionarios modernos, de los obreros y de su actividad revolucionaria, una posible interpretación es que el «viejo topo» es una metáfora de la actividad revolucionaria, de la militancia revolucionaria.
El viejo topo representa: «al revolucionario paciente, que trabaja con inteligencia para transformar la sociedad, apoyándose en la sabiduría atesorada a lo largo de los años a través de su dilatada experiencia vital. En este sentido y ciñéndonos a esta tradición política, el revolucionario debe ser como un viejo topo: debe saber actuar combinando esta sabiduría y experiencia, acumuladas por los viejos, con la estrategia de los topos que minan con paciencia y poco a poco el subsuelo hasta apoderarse del mismo. Pero el viejo topo es también un símbolo de un tipo de resistencia que a veces no es del todo visible, pero que va cobrando eficacia imperceptiblemente hasta aflorar y visibilizarse en un momento dado del proceso histórico; representa la estrategia a largo plazo, la construcción poco a poco de un poder revolucionario, la constancia en el hacer de aquel que trabaja para que algún día pueda ser derribado el orden capitalista«.
El viejo topo sería la metáfora del trabajo paciente, militante, en las estructuras del movimiento obrero y popular, un trabajo de preparación y organización que muestra todo su poder, que sale a flote, cuando hay finalmente oportunidades revolucionarias. Un trabajo clandestino, que no se ve en la luz superficial de la lucha parlamentaria, ni en los espectáculos a los que llaman “lucha política” los medios de comunicación (1).
El trabajo del viejo topo tampoco se ve en las tertulias políticas televisadas en horario estelar, pero su trabajo es más eficaz y paciente justamente porque mina las estructuras sociales que hacen posible ese orden espectacular y corrupto donde los shows parlamentarios son posibles.
La otra interpretación posible es que «el viejo topo» es la metáfora explicativa de la revolución y la lucha de clases en sí mismas, la lucha de clases actúa de manera imperceptible a veces, pero está en todos lados, se encuentra en la estructura profunda de la totalidad social.
En 1852 dice Marx: «Pero la revolución es radical. Está pasando todavía por el purgatorio. Cumple su tarea con método. Hasta el 2 de diciembre de 1851 había terminado la mitad de su labor preparatoria; ahora, termina la otra mitad. Lleva primero a la perfección el poder parlamentario, para poder derrocarlo. Ahora, conseguido ya esto, lleva a la perfección el poder ejecutivo, lo reduce a su más pura expresión, lo aísla, se enfrenta con él, como único blanco contra el que debe concentrar todas sus fuerzas de destrucción. Y cuando la revolución haya llevado a cabo esta segunda parte de su labor preliminar, Europa se levantará, y gritará jubilosa: ¡bien has hozado, viejo topo!»
Si en Shakespeare y en Hegel, la metáfora del viejo topo, era una representación de la eficacia del pasado en el presente, en Marx hace más referencia a la apertura al futuro, hace referencia a una lucha presente que mina el viejo orden social y sobre el derrumbe de ese viejo orden social, se abren las puertas de la nueva sociedad, la tenacidad del viejo topo, es la tenacidad del enfrentamiento entre el nuevo orden y el viejo orden.
Es justamente en este sentido que usa la metáfora Rosa Luxemburgo, en un momento dramático de la historia si los hay, Mayo de 1917, ya iniciada la revolución de febrero, apenas iniciado el giro leninista de las tesis de Abril, recién llegado Trotsky a la estación Finlandia, dice Luxemburgo: “Para todo socialista pensante (la revolución), es nuevamente el resultado lógico de la duración interminable y sin esperanzas del genocidio. Ha sido negativamente el resultado tangible del lamentable fiasco de las tentativas de negociación diplomática y del pacifismo burgués. Hoy en día se nos presenta positivamente, ha tomado cuerpo en la apertura, los destinos y el porvenir de la revolución rusa. A pesar de la traición, a pesar de la fractura de las masas obreras, a pesar de la bancarrota de la internacional socialista, la gran ley histórica se está trazando un camino, como un torrente que colma el curso habitual y que, sepultado en las profundidades, resurge brillando de claridad. ¡Historia, vieja topo, tu has hecho un buen trabajo! En este instante resuena sobre el proletariado internacional, sobre el proletariado alemán la convocatoria, el llamado que sí puede hacer sonar la hora de un cambio mundial: imperialismo o socialismo! ¡Guerra o revolución, no hay otra alternativa!”
En este caso las dos posibilidades metafóricas coinciden, la actividad de la lucha de clases y de la revolución que continuó su actividad implacable, la revolución es hija de las contradicciones insalvables y de los sufrimientos espantosos que el capitalismo y la guerra producen en las masas trabajadoras.
Pero también es una metáfora de la actividad paciente que durante años efectuaron revolucionarios como Lenin y Trotsky, quienes con paciencia de “viejo topo” habían creado el partido bolchevique, la palanca que creaba las condiciones para el asalto al poder, finalmente cuando las condiciones objetivas estuvieron maduras, cuando el “viejo topo” de la lucha de clases hizo su trabajo, la sabiduría del “viejo topo” cobró eficacia, su actividad subterráneas salió a la luz y tomó control del «suelo», de la situación, conquisto el poder político y cambio la historia de la humanidad.
Nota.
(1) Otro gran poeta Bertolt Brech, en su poema “Loa a la clandestinidad” se expresa en el mismo sentido sobre el valor del trabajo militante, paciente, que “no se ve” o que no logran ver los que miran superficialmente. Aquí el poema:
“Loa a la clandestinidad
Es hermoso
tomar la palabra en la lucha de clases.
Llamar a las masas bien alto a la lucha
para que aplasten a los opresores y liberen a los oprimidos.
Y es difícil y útil el trabajo diario, imperceptible,
el tenaz y secreto tejer
la red del Partido
ante el cañón de los patrones:
hablar, pero
esconder al orador.
Vencer, pero
esconder al vencedor.
Morir, pero
esconder la muerte.
¿Quién no haría mucho por la fama, pero quién
lo hará por el silencio?
Pues la fama pregunta en vano
por los que realizaron la hazaña.
¡Aparezcan
por un momento,
desconocidos de rostros cubiertos, y reciban
nuestra gratitud!”