Opinión

Opinión: ¿QUÉ? ¿SON PICHAZOS?

Escrito por Mario Zúñiga Nuñez

Pichazo es la palabra que usamos en Costa Rica para decir golpe. La palabra se construye a partir del significado “picha” que es como le decimos al pene cuando usamos habla común. Es una palabra “vulgar”, es decir, vedada de espacios formales, pero utilizada en lo cotidiano. Hay un sin fin de expresiones derivadas que aluden al enfrentamiento: «volar pichazos», «se pichasearon», «se hicieron picha» y, por supuesto, “¿qué? ¿son pichazos?” que es una forma de interpelar al otro para pelear. Como es evidente, todos son significados en los que se nos socializa a los hombres, son extremadamente patriarcales (parten de la superioridad lo masculino) y son muy comunes en el lenguaje competitivo (económico, político, cultural). Hay palabras equivalentes en éste y otros países como “vergazo” o “pijazo”.

Pero dejemos ahí la discusión lingüística y pasemos al fenómeno social. Desde tiempo atrás vienen apareciendo significativos pichazos y pichaseadas en la esfera pública. Y no me refiero a cómo se usa esto en el lenguaje político o deportivo, tampoco estoy haciendo referencia al crecimiento de la violencia del narco. Quisiera que analizáramos un fenómeno muy puntual y que da de qué hablar en estos días. Tiempo atrás, un grupo de aficionados al Club Sport Herediano reclamaba de manera airada y vulgar al personal de un restaurante McDonalds por una supuesta dilación en el servicio. Luego de un rato de jodienda, apareció un aficionado del Saprissa que los encaró frente al mostrador y fue dando cuenta de cada uno pichazo a pichazo. Ese incidente se conoce como el de los “Mc Pichazos”. El otro es más reciente. Walmart decidió bajar a mitad de precio las cervezas y esto provocó una concurrencia inusitada de clientes, que en un caso muy puntal derivó en una rencilla (pleito a pichazo limpio). Supimos de ambos incidentes porque, al poco tiempo de ocurrir, las redes sociales se inundaron de videos, descripciones, chistes y valoraciones sobre las respectivas tundas.

Creo que los pichazos en locales de venta de servicios o abarrotes merecen algún análisis. No son planificados, ninguno de sus actores concurrió ahí para pichacearse con otros, sino que estaban interesados en adquirir un bien específico (hamburguesas y cervezas en oferta). Y en el caso de la oferta de birras es visible una característica: una vez que las cervezas escasearon (dada su existencia limitada), sobrevinieron los pichazos. Me recuerda otros incidentes, como cuando se armó un zafarrancho porque la gente quería comprar unos televisores marcados con precios bajísimos en Walmart. O como cunado el desborde de una oferta de sartenes en automercado convirtió a las y los clientes de este exclusivo comercio en personas dispuestas a pichasearse. Pueden ser personas pacificas en sus vidas cotidianas, pero una vez que los bienes que les interesan escasean, recurren a la lógica patriarcal de los pichazos.

Esto provoca muchas bromas y creo nos las permitimos porque los bienes que están en juego son hasta cierto punto superfluos (sartenes o birras). Pero qué pasa cuando aplicamos esa misma lógica a bienes de primerísima necesidad como el agua o la salud. Como cuando, años atrás, la comunidad de Sardinal de Carrillo fue diezmada de su agua para satisfacer al Hotel Riu (en general, la conflictividad por el agua en Guanacaste revela que realidad es la que viven muchas comunidades). Estos procesos de acaparamiento también generan pichazos, pero se les ve con mucha más seriedad. El antropólogo Karl Polanyi analizó desde mediados del siglo XX las interacciones económicas de mercado (en comparación con otras formas de economía como la redistribución y la reciprocidad) y llegó a la conclusión de que, si la lógica de mercado es el único tipo de interacción económica legitimada, el principio de la escasez que les inherente, introduce una profunda angustia entre los agentes económicos que deriva en violencia en caso de que bienes y servicios ofertados sean de vida o muerte (agua, comida o salud, por ejemplo). En sencillo: en las sociedades donde el mercado es la única forma de proveer bienes y servicios, los pichazos (la lógica masculina de predominio del más fuerte) son muy comunes. Aunque la gente no quiera, tiene que pichacearse contra adversarios que ni siquiera conocen, dado que el bien por el que compiten es de vida o muerte.

Y a eso quería llegar. Si eliminamos otras formas de interacción económica como la redistribución de recursos, lo que predominaría en nuestra sociedad es la lógica de los pichazos. Este razonamiento que viene del mundo de la economía tiene una aplicación clarísima en la política. Por ejemplo: si el gobierno de Rodrigo Chaves y Marta Esquivel logra quebrar la Caja Costarricense del Seguro Social (hay que tomar en cuenta que es un gobierno sumamente comprometido con ese fin), no nos quedará otra que proveernos los servicios de salud con agentes privados como las compañías de seguros. Eso son pichazos. Porque para el mercado la salud no es un derecho humano universal (como sí lo es para la CCSS). La salud sería solo quien pueda pagarla y el resto que se vayan para la picha.

¿A usted le gustaría que sacar una cita médica o tratarse una enfermedad grave como un cáncer fuera como comprar birras en oferta en Walmart?