Por Rojas,S.
Cuando escuché la historia por primera vez me recordó aquella frase del viejo Trotsky que decía: quien se arrodilla al hecho consumado es incapaz de enfrentar el porvenir”. Pues les cuento que cuando un grupo de trabajadores de la Dos Pinos, cansados de los abusos y maltratos decidieron formar un sindicato para defenderse, la empresa los despidió.
Ante ese ataque muchos quizás habrían renunciado a luchar, pero lo que hicieron los trabajadores de la Dos Pinos, fue no rendirse ante el hecho consumado y seguir la lucha. Una de las cosas que intentaron hacer fue contar su historia, que el país se enterara lo que ocurre puertas adentro de la Dos Pinos y de las cosas que pasan los trabajadores y de cómo la empresa no respeta ni el más elemental Derecho Humano de libertad de asociación.
El primero de mayo del 2018, en la tradicional marcha; los trabajadores alzaron su voz y explicaron pacientemente a sus colegas la persecución sindical que habían sufrido. La empresa no contenta con haberlos despedido decidió que les quitaría lo único que no había podido quitarles, su paz interior. 12 de esos trabajadores fueron denunciados por el delito de difamación. El código penal establece una pena de 10 a cincuenta días multa (entre 125 000 y 625 000 colones) a quien ofendiere de palabra o de hecho en su dignidad o decoro a una persona, sea en su presencia, sea por medio de una comunicación dirigida a ella.
Esto fue devastador para los dirigentes sindicales. Enfrentar la situación, saber que la empresa les podía pedir el pago de daño moral y otras circunstancias, los ponía entre la espada y la pared.
Pero los doce dirigentes sindicales no claudicaron ni siquiera cuando la empresa trató de comprar su dignidad ofreciéndoles quitar su denuncia si ellos se retractaban. Los dirigentes sindicales continuaron hasta el final.
Pues el pasado viernes 29 de noviembre el tribunal penal del Primer Circuito Judicial declaró la inocencia de todos los acusados, demostrando así que el derecho a la libre expresión y la potestad de denunciar que tienen los dirigentes, son inherentes al sindicalismo. Una victoria pequeña de la clase obrera ante un poderoso enemigo que solo tiene el objetivo de aplastar a los más débiles que pretendan mejorar sus condiciones de vida.